La
asignación de los recursos es un mecanismo por el cual el sistema atribuye a ciertas
formas o herramientas, lo que se puede o no producir. En un caso, el del mercado,
esa asignación se realiza mediante la oferta y la demanda. En el caso de la
planificación centralizada, mediante la ley (Harcha; 1991). En los sistemas
mixtos, las formas variarán dependiendo del modelo político que le de sustento
ideológico (Samuelsohn; 2003). Es decir, no es que en los sistemas puros (por
llamarlos así), no exista un fundamento ideológico, sino que en los sistemas
mixtos existe un mayor grado de planificación y regulación que en el
capitalismo.
En
sentido anotado, los sistemas mixtos resultan ser más eficaces a la hora, por
ejemplo, de regular los fallos del mercado en la asignación de los recursos. La
oferta y la demanda por sí solas son incapaces de hacerse cargo de los bienes
públicos, en general (Harcha; 1991). Una plaza o un jardín nunca serán
interesantes para el capitalista. En cambio, para el Estado, sí lo será en la
medida que con ello contribuya al bienestar de la población.
Por
otro lado, la excesiva burocratización de los procesos, le juega una mala
pasada a los sistemas de planificación centralizada, y en cierto modo, también
a los sistemas mixtos, de huelga que de no establecer mecanismos efectivos,
oportunos y eficientes, las buenas intenciones quedarán sepultadas bajo un
cerro de papeles.
Dicho
esto, la pregunta que surge es: ¿pueden los mecanismos así expuestos
someramente, cumplir con las expectativas y deseos de los seres humanos? Pienso
que los deseos humanos, más que las necesidades, nos mueven en un sentido o en
otro, provocando muchas veces un desenfreno por la adquisición de bienes
(males) que no requiere. Existe una especie de manipulación que mueve a las
personas y que es evidente que en muchos casos, nos aleja de imperativos
vitales más relevantes. La publicidad en este sentido tiene mucho que ver, pues
ella es sin duda la mejor herramienta del mercado para seguir produciendo más
basura. No decimos con ello que la planificación sea la panacea, sino que los
mecanismos en su pureza no alcanzan a cumplir con las expectativas y deseos
humanos.
Por
ello, es de suma importancia vencer la incuria que involucra el quehacer de los
organismos que planifican endo
sistémicamente. Un buen sistema no es aquel que cumple con metas y desafíos
próximos y exentos de impacto social, sino aquel que es capaz de vencer sus
fallas internas y, a través del control, evitar la corrupción y la
desvalorización de la vida humana que se produce con el envilecimiento de la
función pública.
Hay
que entender que la función pública se cumple por personas que no siempre
tienen un compromiso con la institución a la que sirven. De ello dan cuenta
todas las encuestas de satisfacción que anualmente se hacen y que develan el
descontento de la población con el servicio entregado por algunas oficinas
públicas. Se ha avanzado, pero no en la línea correcta. Creo menester
concentrar esfuerzos en los ambientes laborales y en la capacitación de los
funcionarios a fin de hacer que éstos asuman un rol diverso del que ejercen
diariamente. El rol es un papel que se representa día a día y que al no tener
un continuo que lo mejore, termina por minar incluso los deseos del propio
funcionario o servidor. Un ejemplo claro es lo que sucede con las policías.
¿Por qué no son eficaces y eficientes las policías? ¿Por qué la población
siente que sus problemas no son escuchados por los fiscales? Es que el sistema
tiende a la burocratización sin control ni sanción. El caso de los jueces de
los tribunales orales en lo penal (TOP), es un ejemplo más de que lo que digo.
De pasar los jueces de letras con competencia en lo criminal, de preocuparse
hasta de la compra del papel higiénico, a jugar el rol de juzgador, conociendo
básicamente de ocho delitos, no obstante, tenemos ejemplos de desconocimiento
normativo expuesto incluso en los códigos. Es decir, fuimos capaces de innovar
en la administración de los juzgados antiguos, extirpando en muchos casos,
partes metastásicas del sistema anterior, para que los operadores sientan que
pueden no saber las reglas mínimas de los juicios en que participan, aludiendo
a una especie de libertad de cátedra que en sede penal no puede existir. No
hubo ni capacitación continua evolutiva, un debido control y sanciones
asociadas; triple entente que no puede faltar en todo sistema.
La
mejora continua involucra un trabajo permanente de los actores o partes del
sistema. Los seres humanos creamos el sistema, pero no lo sabemos manejar.
Creamos bien, pero no operamos bien. El control es sin duda el elemento más
importante del sistema. Sin él, no se puede avanzar. La autoevaluación y la
evaluación externa son siempre necesarias en todo el camino y no sólo en partes
de él. Por último, las sanciones son necesarias para recordar a cada paso que
damos que si nos equivocamos, debemos responder. Los jueces no responden de
nada. Emiten un parecer que muchas veces es revocado por los tribunales
superiores, y sin embargo, aquello no trae consecuencias para el juez a quo. Así, estamos mal.
Por
ello, cuando hablamos de los mecanismos de asignación de recursos, es menester
referirse a aquellos a quienes va a afectar. Las instituciones estatales deben
estar al servicio de las personas, y no al revés. Rol, actuar, control y
resultados, son partes de una ecuación que no puede sino funcionar en forma
continua y permanente, como ocurre con un motor bien aceitado. El llamado a
hacer esto realidad es sin duda el Estado, pues a los particulares no les
interesa. El Estado debe regular los roles (cargos y financiamiento
equilibrado), competencias basadas en el mérito, sistema de control operativo y
de resultado, y lo más importante, aplicar las sanciones que corresponda a cada
situación anómala detectada a tiempo por los organismos de control preventivo.
Sin procedimientos anquilosados y lentos que no representan un peligro real
para el infractor.
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